No los olvidaré nunca, hasta el fin de mis días
Primero me golpearon en la cabeza con barras de acero, y casi me matan.
Me arrestaron. Me multaron. Me hostigaron. Me acusaron de cosas absurdas, inconcebibles.
A mi redactor jefe, Elmar Huseynov, lo asesinaron.
Soy un periodista que se atrevió a desafiar a su gobierno, y pagué un precio terrible por ello. Me robaron cuatro años de mi vida.
En la cárcel me debatí entre la vida y la muerte. La vida no tiene sentido en una sala de tortura, cesan los ritmos habituales. La violencia borra todo signo vital.
El 26 de mayo de este año [2011] recobré mi preciada libertad. Estoy absolutamente convencido de que fue el infatigable trabajo de la membresía de Amnistía Internacional lo que me devolvió a la vida.
Para mí, la idea del bien y la idea de Amnistía Internacional son lo mismo. Yo me salvé, pero todavía hay gente a la que rescatar. Esperan su ayuda.
De repente, cuando parecía que todos me habían olvidado, recibí centenares de postales de la Sección Estadounidense de Amnistía Internacional. Rebosaba alegría porque comprendí que me apoyaba una organización tan influyente. No había sido olvidado.
Me sorprendieron especialmente las postales de los niños. Niños y niñas de tres, cuatro, cinco años me enviaron postales que ellos mismos habían hecho. Fue muy emotivo, muy conmovedor.
Esos pequeños tienen clara la lucha por los derechos humanos y la justicia. Nadie podrá arrebatarles esa convicción.
Les estoy agradecido. Han salvado a mi familia de la muerte, y no los olvidaré nunca, hasta el fin de mis días. Mi misión ahora es servir cada hora, cada día, cada año, a los ideales que promueve Amnistía Internacional.
Respetuosamente,
Eynulla Fatullayev
PERIODISTA, EX PRESO DE CONCIENCIA, AZERBAIYÁN