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Centenares de manifestantes marchan exigiendo la dimisión del gobierno por la mala gestión de la pandemia de coronavirus en Sarajevo, Bosnia, el...

Centenares de manifestantes marchan exigiendo la dimisión del gobierno por la mala gestión de la pandemia de coronavirus en Sarajevo, Bosnia, el martes 6 de abril de 2021. © AP Photo/Kemal Softic

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Una vacuna para todos los pueblos

Por Juan Ignacio Cortés (©JuanICortes), colaborador de Amnistía Internacional),

La pandemia de COVID-19 crea y agranda agujeros negros de desigualdad que se tragan decenas de miles de vidas. A principios de abril, los países de ingresos bajos solo habían aplicado el 0,2% de los 700 millones de dosis de vacunas administradas en el mundo. Ante el evidente desequilibrio, aumentan las voces que piden, como Amnistía Internacional, que se liberen los derechos de patente sobre las vacunas contra la COVID-19.

A principios de año, la Organización Mundial de la Salud (OMS) anunció que el mecanismo COVAX para garantizar el acceso de los países de ingresos bajos a las vacunas contra la COVID-19 permitiría comenzar las campañas de vacunación en los 220 países y territorios del mundo en los primeros 100 días de 2021.

El día anterior al vencimiento del plazo, el Director General de la OMS Tedros Adhanom, reconocía que el objetivo no se alcanzaría: solo 194 países y territorios habían iniciado la vacunación. De los 26 restantes, 12 estaban a punto de empezar y 14 tardarían semanas o meses. Algunos ni siquiera habían solicitado vacunas.>

Viales de la vacuna COVISHIELD de AstraZeneca para la COVID-19 en un laboratorio del Instituto de Suero de la India, 21 de enero de 2021.

Viales de la vacuna COVISHIELD de AstraZeneca para la COVID-19 en un laboratorio del Serum Institute, 21 de enero de 2021. © AP Photo/Rafiq Maqbool

Adhanom señalaba: "La mayoría de los países no disponen ni de cerca de las vacunas necesarias para vacunar a todo su personal sanitario, o a todos los grupos de riesgo, por no hablar del resto de su población. El desequilibrio en la distribución mundial de las vacunas sigue siendo alarmante".

En esos momentos, se habían administrado en todo el mundo más de 700 millones de dosis de vacunas contra la COVID-19, más del 87% de ellas en países de ingresos elevados o medio-altos y solo el 0,2% en países de ingresos bajos. Esto suponía que en los primeros una de cada cuatro personas había sido vacunada; en los segundos, una de cada 500.

Esta desigualdad evidente tiene mucho que ver con el hecho de que, desde su primera entrega a Ghana el 24 de febrero, COVAX había suministrado 38 millones de dosis a más de 100 países y territorios. Una cifra impresionante, pero lejos del objetivo marcado de 100 millones de dosis durante el primer trimestre del año.>

Una enfermera prepara una inyección de la vacuna AstraZeneca contra la COVID-19, fabricada por el Instituto del Suero de la India y suministrada a través de la iniciativa mundial COVAX.

Una enfermera prepara una inyección de la vacuna AstraZeneca contra la COVID-19, fabricada por el Serum Institute y suministrada a través del mecanismo COVAX. © AP Photo/Brian Inganga

Un cuello de botella absurdo

El incumplimiento se explicaba por los retrasos por parte de las empresas farmacéuticas a causa de ajustes en el proceso de producción y la paralización de la distribución de algunas debido a sus posibles efectos secundarios. A esto había que unir que el Serum Institute, el mayor suministrador de medicamentos a países del sur global limitó sus exportaciones desde India para cubrir las necesidades internas del país, inmerso en una mortífera segunda ola de la pandemia.

Pero, por encima de circunstancias puntuales, la causa última de la lentitud en la vacunación es el cuello de botella estructural en la producción de vacunas contra la COVID-19, debido a que  tan solo pueden ser fabricadas por las pocas empresas que tienen la patente del producto. Si estas firmas compartiesen esas patentes y la tecnología asociada, sus beneficios disminuirían drásticamente, pero también lo haría el número de muertes.

Desde que se anunciaron las primeras vacunas contra la COVID-19, Amnistía Internacional ha afirmado, sola o en compañía de otras organizaciones, que el beneficio económico de las grandes farmacéuticas no puede estar por encima del derecho de las personas a la salud y a la vida.

Un pinchazo justo, nuestra guía y eje central de la campaña del mismo nombre por el acceso universal a las vacunas contra la COVID-19, recoge 34 recomendaciones a Gobiernos y empresas. Las más importantes:

  • Los Estados deben cooperar a escala mundial y eliminar los posibles obstáculos que impidan garantizar que las vacunas se desarrollan, fabrican en cantidad suficiente y distribuyen a tiempo y de manera inclusiva en todo el mundo.
     
  • Los Gobiernos deben tomar medidas para eliminar cualquier obstáculo que impida a la población acceder a la vacuna de la COVID-19, especialmente dejando de bloquear una exención temporal de algunas normas globales sobre propiedad intelectual que contribuirá a impulsar el acceso universal a las vacunas contra la COVID-19.
     
  • Dentro de cada país los Gobiernos deben garantizar la disponibilidad, accesibilidad, asequibilidad, aceptabilidad y calidad de las vacunas contra la COVID-19 para todas las personas, sin discriminación por ningún motivo, incluido el género.
     
  • Las empresas deben conceder licencias no exclusivas para los productos sanitarios contra la COVID-19 y participar en mecanismos mundiales para compartir innovaciones.

Un vial de la vacuna AstraZeneca contra la COVID-19 fabricada por el Instituto de Suero de la India y proporcionada a través de la iniciativa mundial COVAX

Un vial de la vacuna AstraZeneca contra la COVID-19 fabricada por el Serum Institute y proporcionada a través del mecanismo COVAX. © AP Photo/Brian Inganga>

¿Cambia la tendencia?

Hasta hace poco, nuestra voz, sola o formando parte de coaliciones de organizaciones de la sociedad civil como Vacuna para el pueblo apenas se escuchaba.

Sin vacunas suficientes, la cuenta de casos, sufrimiento y muertes causadas por la COVID-19 sigue creciendo, y el riesgo global permanece muy alto, pues la existencia de países o regiones en donde la enfermedad sigue desarrollándose por falta de vacunas implica que todo el mundo está en riesgo, ya que el coronavirus puede mutar o causar reinfecciones.

En este contexto, la buena noticia es que aumentan las voces que afirman que este sinsentido tiene que cambiar y que los principios de los derechos humanos y no el "nacionalismo de las vacunas" deben prevalecer. El reclamo una vacuna para MI pueblo se va transformando en una vacuna para TODOS los pueblos.

Opiniones autorizadas y estudios y datos recientemente publicados han aportado más munición argumental a quienes pensamos que las patentes de las vacunas contra la COVID-19 deben ser liberadas.

El 16 de abril, un estudio realizado por la Alianza de Universidades por las Medicinas Esenciales en el Reino Unido rebelaba que la farmacéutica AstraZeneca soportó menos del 3% de los costes de investigación que hicieron posible el desarrollo de su vacuna. La mayor parte de los 120 millones de euros invertidos en dicho desarrollo llegaron desde el Gobierno del Reino Unido (45) y la Comisión Europea (30).>

El Dr. Maxamed Maxamuud Fuje recibe una inyección de la vacuna COVID-19 de AstraZeneca suministrada a través de la iniciativa mundial COVAX, en una ceremonia para marcar el inicio de la vacunación contra el coronavirus en Mogadiscio, Somalia

El Dr. Maxamed Maxamuud Fuje recibe la vacuna de AstraZeneca contra la COVID-19 en una ceremonia para marcar el inicio de la vacunación contra el coronavirus en Mogadiscio, Somalia. © AP Photo/Farah Abdi Warsameh

Ese mismo día, 170 personalidades públicas enviaron una carta abierta al presidente de Estados Unidos Joe Biden para pedir la suspensión temporal de las patentes sobre las vacunas contra la COVID-19, algo que, al parecer, el demócrata podría estar considerando. Entre los firmantes figuraban ex presidentes y ex primeros ministros como José Luis Rodríguez Zapatero, François Hollande o Gordon Brown. La suspensión sería, según el texto, “un hito vital y necesario para acabar con la pandemia”.

Pocos días antes, 25 mandatarios en activo, incluyendo los primeros ministros o presidentes de Italia, Reino Unido, Ruanda, Kenia, Francia, Alemania, Corea del Sur, Chile, Sudáfrica o Países Bajos, firmaban un manifiesto abogando por la redacción de un tratado internacional de preparación y respuesta ante pandemias.

En él, los líderes políticos comparaban la pandemia con la situación del planeta tras la devastación causada por dos guerras mundiales. Si entonces los líderes políticos se reunieron para forjar un sistema multilateral que unió a los países y abordó los retos de la paz, la prosperidad y la seguridad, hoy la esperanza es "construir una arquitectura sanitaria internacional más sólida", porque "habrá otras pandemias y grandes emergencias de salud y ningún gobierno u organismo multilateral podrá hacerles frente por sí solo".

Los firmantes del texto se comprometían a "garantizar el acceso universal y equitativo a vacunas, medicamentos y pruebas diagnósticas seguros, eficaces y asequibles para hacer frente a esta pandemia y a otras".

Sabemos que a veces las declaraciones y manifiestos se los lleva el viento y que el cumplimiento de la promesa que contiene esta declaración ‒una vacuna para todo los pueblos‒ parece todavía lejos.

Por lejos que esté, es más necesario que nunca.>

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