Era una pregunta sencilla, pero a Maimuna, de 50 años, se le llenaron los ojos de lágrimas mientras meditaba la respuesta. Llevábamos media hora hablando en el campo de refugiados de Kutupalong, en Bangladesh, pero cuando le pregunté si quería volver a casa, en Myanmar, comenzó a llorar en silencio, cubriéndose con el pañuelo.> “No sé”, dijo finalmente. "Que sea la voluntad de Dios. Sí quiero regresar a Myanmar, pero sólo si hay paz allí."
Han pasado ya tres meses y parece aún más improbable que Maimuna tenga dónde escoger a este respecto. La semana pasada, los gobiernos de Bangladesh y Myanmar intensificaron las negociaciones entabladas para el retorno en dos años de los 650.000 rohingyas que huyeron el año pasado a causa de la represión militar. El anuncio que hizo Bangladesh cuando dijo que los retornos iban a retrasarse mientras se hacían más "preparativos", se ha acogido con satisfacción, pero lo cierto es que este acuerdo se ha alcanzado sin consultar en absoluto a la población rohingya.
Aunque en el acuerdo se reconoce el requisito legal de que los retornos sean voluntarios y se efectúen con seguridad y dignidad, cuesta imaginar cómo podrá lograrse esto sin una modificación radical de la política de Myanmar hacia la población rohingya. La ofuscación del ejército de Myanmar y su negación de las atrocidades que ha cometido contra los rohingyas no inspiran confianza y no cabe esperar que la suerte de los que están en Myanmar vaya a mejorar pronto. Hasta ahora el ejército ha admitido el homicidio de sólo 10 personas de las miles que probablemente haya matado, y todavía tacha de “terroristas” a los hombres, mujeres, niños y niñas asesinados y torturados durante la represión.
En esta fotografía tomada el 7 de septiembre de 2017, se ve una casa humeante consumida por el fuego en la aldea de Gawdu Tharya, cerca de Maungdaw, estado de Rakhine, en el norte de Myanmar. © STR / AFP / Getty Images
se pida su opinión a las propias personas refugiadas.reportero las personas refugiadas se han organizado para manifestarse con lemas y pancartas dentro los campos
Las personas refugiadas rohingyas en Kutupalong Camp hacen cola para saber dónde se asientan. Kutupalong alberga a más de 200,000 refugiados rohingya desde el 25 de agosto de 2017. © Andrew Stanbridge / Amnesty International
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Las personas refugiadas rohingyas cavan agujeros que serán utilizados como letrinas, en el campo de refugiados de Kutupalong en Bangladesh, 29 de septiembre de 2017. © Andrew Stanbridge / Amnesty International
Myanmar debe modificar de manera fundamental su manera de tratar a la población rohingya, desmantelar el régimen de apartheid garantizar la rendición de cuentas
"Si el gobierno no nos quiere en Myanmar, no quiero ir allí."