Ramy Shaath es un activista político y defensor de los derechos humanos que ha denunciado durante años la ocupación israelí de territorios palestinos. También ha fundado varios movimientos políticos laicos en Egipto, lo que le ha llevado a ser perseguido por las autoridades del país y, finalmente, encarcelado por su activismo.
Más de dos años ha sido el tiempo que Ramy ha permanecido en prisión. Tiempo durante el cual, Amnistía Internacional ha trabajado infatigablemente por su liberación. Esta se produjo el 6 de enero de 2022. Pero su libertad no ha sido “gratis”. Se le ha obligado a renunciar a su ciudadanía egipcia, y a dejar atrás a decenas de miles de personas como él, detenidas injustamente en las cárceles de Egipto.
Celebramos su liberación, pero la lucha continúa.
Ramy Shaath, activista político y defensor de los derechos humanos. © Randa Shaath
Ramy, has tenido que renunciar a la ciudadanía egipcia antes de tu liberación. ¿Cómo te sientes al respecto?
Me siento extremadamente enfadado. No hay derecho a que el gobierno militar egipcio piense que la nacionalidad es algo que puede utilizarse para castigar a activistas y políticos, dándonos a elegir entre ser egipcios o libres. Yo quiero ser egipcio y también libre. No quiero que un documento expedido por las autoridades militares determine quién soy o quién no soy. Esto va en contra de los derechos humanos y es inaceptable.
Miles de simpatizantes firmaron peticiones pidiendo a las autoridades egipcias que te liberaran y cientos de legisladores se solidarizaron contigo. ¿Fuiste consciente de todo este apoyo estando en prisión?
La campaña de apoyo comenzó con mi esposa y mi familia, y ellos consiguieron el respaldo de miles de personas de todo el mundo. También de muchas ONG, como Amnistía Internacional, y de líderes políticos y de gobiernos, como el señor Macron que mencionó mi nombre en la conferencia de prensa con Al-Sisi en 2020.
Cada vez que recibí noticias de los multitudinarios eventos que se celebraban en mi apoyo me llené de gozo y de alegría por todas las muestras de afecto, sabiendo que la gente preguntaba por mí, que no me había olvidado y que no estaba solo en la celda de una prisión. Estas acciones, además, disuadieron a los funcionarios de utilizar las mismas técnicas de tortura y abuso que utilizaban contra otros presos políticos. Y, finalmente, todo ello condujo a mi liberación.
¿Cuáles son las condiciones en las cárceles y centros de detención en Egipto?
Son terribles. Por lo general, cuando se detiene a la gente, como en mi caso, se lleva a cabo lo que se denomina desaparición forzada, una situación en la que las fuerzas de detención no comunican el paradero de la persona detenida. Sus abogados y familiares desconocen su paradero y las autoridades niegan generalmente que se halla bajo custodia. En mi caso, esta situación se dio durante los tres primeros días de mi detención. Pero en otros casos, la gente se queda allí durante semanas y semanas en una situación deleznable: esposada, con los ojos vendados, pegada a la pared y siendo torturada cada noche. Las desapariciones forzadas son la herramienta más utilizada por las fuerzas de seguridad egipcias.
En cuanto a las condiciones en la prisión, estas eran terribles. Nos hacinaban en una habitación de 23metros cuadrados a unas 18-32 personas entre presos políticos y detenidos. En ocasiones no podíamos ni siquiera dormir, ya que teníamos que turnarnos por motivos de espacio. Dormíamos en el suelo con una pequeña manta, al lado de una pared deteriorada y en una habitación infestada de todo tipo de insectos, con un pequeño cubículo que no llegaba a 2 metros cuadrados que hacía de baño. Básicamente, era un agujero en el suelo con una ducha fría encima donde pasábamos mucho tiempo.
La forma en la que tratan a los detenidos es inhumana. Los amenazan, los golpean a veces, los humillan a ellos y a sus familias; sin estar sujetos a ninguna ley. Básicamente, las cárceles egipcias son una cámara de tortura, de abuso y de maltrato empleada para castigar a presos políticos. Y el sistema de detención arbitraria se emplea para castigar a activistas, abogados/as, periodistas… En definitiva, a cualquier ciudadano o ciudadana egipcia que se atreva a hablar contra las políticas del gobierno, ya sea en materia social, económica o política.
Ramy Shaath fue encarcelado por defender los derechos humanos. © Randa Shaath
¿Qué es lo que más te impactó?
El primer día me chocó el número de personas que estábamos presas. Cuando llegué éramos 32 personas en una habitación de 23metros cuadrados. Eso fue impactante y nos quedamos allí durante semanas en un lugar minúsculo. También me impactó ver a los recién llegados que habían sido torturados. Podía percibir marcas de tortura en sus cuerpos.
He visto a personas con daños psicológicos como consecuencia de las torturas, personas que se despertaban gritando y llorando. He visto a gente con secuelas como movimientos nerviosos de cabeza fruto de las palizas que han recibido. Era horroroso. De nuevo, me escandalizaron las condiciones en lo que se refiere al tratamiento médico que recibíamos los presos, especialmente a raíz de la pandemia de coronavirus. No teníamos absolutamente ningún tratamiento. Ni PCR ni vacunas. Mucha gente murió en mi celda, en concreto siete personas. Y si decías que habían muerto por COVID, te abrían un nuevo expediente y te acusaban de falso testimonio. Nunca hacían pruebas a nadie, así que no había forma de saber si habían fallecido a causa del coronavirus o no, pese a que los síntomas eran muy claros.
Creo que una de las experiencias más terribles fue en mis últimos días, cuando me secuestraron los Servicios Generales de Inteligencia. Me esposaron, me vendaron los ojos y me enviaron a uno de los locales de desapariciones forzadas. Una vez allí, me metieron en una de las celdas. Se trataba de una celda subterránea, sin ventanas. Era un lugar horrible. A un par de celdas de distancia podía escuchar la voz de una mujer que claramente se hallaba acompañada por niños. Si no me equivoco, había tres niños, de entre cinco y siete años. Ella estaba completamente aterrorizada a juzgar por su voz, por su tono... Yo no podía verla. Intentaba golpear la pared para darle a entender que estaba allí. No tenía ni idea de quién era esa mujer, qué estaba haciendo y por qué demonios esos criminales la retenían junto a sus hijos en un lugar así. Fue horrible.
¿Qué fue lo primero que pensaste al salir de la cárcel?
Al final de mi condena, me hallaba en las instalaciones del Servicio General de Inteligencia donde me maltrataron. Después me deportaron a un aeropuerto vestido con ropa de presidiario en lo que interpreté como un intento de enviarme a Palestina (y donde supuse que su contraparte en el gobierno del apartheid militar israelí me detendría o me impediría viajar, silenciándome). Por este motivo, mi verdadera liberación fue cuando pude escapar y llegar a París. Salir del avión, ver a mi mujer esperándome en la puerta y coger su mano… En ese momento me di cuenta de que era libre. Fue un momento muy poderoso que nunca olvidaré y que me ayudará a seguir luchando por las 60.000 personas detenidas egipcias que aún están encarceladas. Deseo que ellas también lo experimenten algún día.
Ramy Shaath, con su esposa Céline Lebrun Shaath, a su llegada al aeropuerto de París. © Michael BUNEL / Le Pictorium
Se espera que guardes silencio. ¿Has recibido ya amenazas por no hacerlo?
A estas alturas no creo que esperen eso. Esperaban que al enviarme a Palestina los israelíes me detendrían o me impedirían viajar. No creo que pudieran prever en absoluto que llegaría a Francia y que podría hablar.
Durante mi estancia en la cárcel solía enviar cartas a mi mujer aprovechando las visitas de mi familia. Esas cartas solían ser censuradas por las fuerzas de seguridad del Estado antes de que ser entregadas a mi familia. Lo que censuraban principalmente eran las condiciones de la cárcel y el trato a la gente: las torturas, las palizas o la situación médicosanitaria, tratando de ocultar sus crímenes. Me prometí que saldría a contar al mundo lo que estaba ocurriendo en las cárceles egipcias, la clase de personas que retienen, el tipo de tácticas que emplean y los crímenes contra la humanidad que cometen. Y sí, estoy pagando el precio en forma de amenazas dirigidas contra mi hija y mi hermana que viven en El Cairo, así como intimidaciones a un espectro más amplio de mi familia. Sé que las amenazas son muy reales y haré todo lo posible para mantenerlos/as a salvo. Pero no cejaré en mi lucha. Seguiré alzando mi voz y relatando esas amenazas, destapando las tácticas, propias de gánsteres y de mafias, que las autoridades egipcias emplean hoy en día.
El presidente Al-Sisi niega la existencia de presas y presos políticos en Egipto. ¿Qué tienes que decir al respecto?
Todo criminal niega sus crímenes y es inaceptable. Contamos con miles de testimonios. Yo mismo soy testigo. He visto miles de crímenes de todo tipo. Y esta realidad ha sido documentada por muchas ONG y por muchos magistrados alrededor del mundo y tiene que llegar a su fin. Seguir mintiendo sobre ello no cambia la situación. Hemos estado solicitando la presencia del Consejo de Derechos Humanos de la ONU para monitorear la situación como elemento disuasorio frente a las mentiras de las autoridades egipcias. De este modo, cada vez que digan que es mentira, dispondríamos de un órgano que pudiera investigar los casos, al que se le permitiera entrar en las cárceles, valorar la situación y ver las condiciones de los presos y presas. Un órgano que pudiera ver esas instalaciones donde llevan a la gente desaparecida para que documentaran los crímenes. Lamentablemente, para eso necesitamos que los Estados miembros quieran imponer realmente esos parámetros al gobierno militar egipcio.
¿Habías visto alguna vez este nivel de miedo y detención arbitraria en Egipto?
No, y eso que soy activista desde hace mucho tiempo. Y sí, siempre he sufrido el acoso de las autoridades y de las fuerzas de seguridad que me han creado todo tipo de problemas. Pero nunca había llegado al punto de que me detuvieran y me metieran en la cárcel injustamente, sin proceso judicial alguno, durante dos años y medio. Y sí, el gobierno egipcio de Mubarak era una dictadura. Pero Al-Sisi es mucho más sangriento, mucho más violento y mucho más arbitrario. Y está dispuesto a castigar y a amedrentar a todo ciudadano y ciudadana que se oponga a sus políticas. He visto a miles de personas egipcias que, sin ser activistas o políticos/as, han sido arrestadas sólo porque han expresado una opinión que no le gustaba al gobierno. Hay miedo. Miedo de los partidos políticos a celebrar un mitin, miedo de las ONG a trabajar el uso de la detención arbitraria en el país, miedo al reciclaje de casos y a su revisión arbitraria, miedo al uso masivo de la tortura, al maltrato en las cárceles, miedo a la congelación de los bienes materiales o miedo a que te impidan viajar. Todos estos son ejemplos de las brutales tácticas que emplea el gobierno militar y el aparato de seguridad del Estado para impedir que la gente exprese cualquier opinión contra el gobierno, tratándose de una situación sin precedentes.
Funcionarios franceses sostienen un retrato de Ramy Shaath durante una manifestación cerca de la embajada egipcia en París. © AP Photo/Lewis Joly
¿Pueden otros países hacer más para frenar los abusos contra los derechos humanos en Egipto?
Por supuesto. En el Parlamento Europeo, cuando hablé de las condiciones en la cárcel, un miembro me dijo que sí, que se solidarizaba al 100% con lo que estaba exponiendo. “Entendemos que lo que dices es cierto. Y definitivamente apoyamos el respeto a los derechos humanos en Egipto. Pero hay otros países en el mundo que sufren abusos de los derechos humanos, por ejemplo, Rusia, China, Corea del Norte o Irán”, comentó el eurodiputado.
Y yo dije que sí, pero que ninguno de ellos era aliado de Occidente. Egipto y su dictadura militar es un aliado de los gobiernos occidentales. Y consigue su prestigio, su legitimidad gracias a sus lazos con Occidente. Consigue financiación a través de bancos e instituciones europeas y estadounidenses. Consigue armas a través de fábricas francesas, alemanas y estadounidenses. Y sí, esto tiene que llegar a su fin. Al-Sisi tiene que rendir cuentas. Y necesitamos que el apoyo financiero o el apoyo militar esté condicionado a su respeto por los derechos humanos. Tenemos que enviarle un mensaje más claro y hay muchas vías no exploradas para hacerlo.
Además, adoptar estas medidas también va en beneficio de Europa porque afecta al continente de manera directa. El respeto a los derechos humanos es lo que impide la afluencia de inmigrantes. Es lo que evita el extremismo que conduce a la violencia y permite tener seguridad a largo plazo en Oriente Medio. Tenemos que poner fin al abuso de los derechos humanos y a estos regímenes dictatoriales y a esta dualidad entre dictadura y ocupación para cambiar la forma de tratar con Oriente Medio. Y sí, es viable y hay medios para llevarlo a cabo.
¿Quieres decir algo en particular o añadir algo sobre los derechos humanos en Egipto?
El concepto de derechos humanos no es sólo un término y no es sólo una declaración o un sentimiento. La lucha por los derechos humanos es nuestra misión diaria en Egipto.
En Europa, la gente da por sentada su libertad y, por ende, no le otorga demasiado valor. Pero cuando te privan de la más mínima capacidad de expresarte, eso crea un país muerto y aterrador para vivir. Sólo existe una única voz que es la del aparato militar, gubernamental y de seguridad. Esto tiene que terminar y tenemos que aliviar el miedo del pueblo egipcio. Tenemos que darle el apoyo para que cambie su situación y pase a tener una estabilidad más duradera bajo un sistema democrático.
Tú has sido caso de Amnistía Internacional y tu liberación nos hace muy felices. ¿Qué otras acciones son necesarias para defender los derechos humanos en Egipto?
Recibí muchas cartas de simpatizantes de Amnistía de todo el mundo que me llegaron al corazón. Saber que la gente sabía de mí, que preguntaba por mí y que no me dejaban solo pudriéndome en la celda, me reconfortaba. Agradezco muchísimo a Amnistía Internacional y a su membresía toda su implicación. Pero no podemos seguir haciéndolo de forma individual, uno por uno. Lo que en realidad necesitamos es una acción más sostenida para presionar a los gobiernos occidentales y europeos a que impongan sanciones a Egipto, a que les exijan mejoras a cambio de financiación. Esta es la forma de acabar con una crisis que se ha saldado con 60.000 personas detenidas. Esta es la manera de acabar con las violaciones de derechos humanos en Egipto.
¿Qué le diría a la membresía de Amnistía Internacional que ha luchado por su libertad?
He conocido a trabajadores y trabajadoras de Amnistía Internacional en sus instalaciones y son personas increíbles que realmente creen en los derechos humanos y con quienes comparto un núcleo duro de valores. También he conocido a simpatizantes de la organización que trabajan de manera voluntaria y creen en los derechos humanos, dan parte de su tiempo, parte de su dinero, parte de sus sentimientos, parte de su conciencia en favor de los derechos de otras personas que no conocen.
Este tipo de seres humanos son los que necesitamos para sacar al mundo de la oscuridad. Les doy las gracias. Continúen haciendo esta labor, crezcan y amplíen sus círculos. Es la única forma de cambiar el mundo.
Activistas de Amnistía Internacional piden la liberación de Ramy Shaath. © Benjamin Girette
¿Cuál es tu opinión sobre las cartas que recibiste en prisión? Hay personas que dudan sobre su efectividad.
Las cartas fueron muy importantes para mí. Tuve la suerte de que cuando mi mujer me visitó me trajo un gran número de ellas. Las he leído todas y cada una varias veces. En realidad, muchos otros presos, sus madres, sus amistades también las leyeron. Y aunque todas iban dirigidas a mí, cada preso las tomaba como propias, conscientes de que mucha gente sabía lo que estaba ocurriendo en las cárceles egipcias. Este apoyo fue muy importante para nosotros y por ello doy las gracias a todas las personas que las escribieron.
Sé que ahora te encuentras en París con tu esposa. ¿Cómo te sientes y cuáles son tus próximos pasos?
Estoy recuperando mi vida como individuo y como pareja. Y eso no es un trabajo fácil después de dos años y medio silenciado en una celda. Me está llevando tiempo readaptarme a la gente, al tiempo y al espacio de mi vida anterior. Pero tengo muchas ganas de seguir adelante. Me quita el sueño pensar en mis nuevos amigos. Salí de la cárcel con cientos de nuevos amigos, buenos egipcios que están encarcelados por las razones más absurdas. Vamos a seguir luchando por los derechos humanos en mi país. Vamos a seguir luchando por la libertad de Palestina. Y vamos a seguir luchando para cambiar la narrativa de cómo la gente se relaciona con Oriente Medio a través de la dualidad de la ocupación israelí y la dictadura árabe. Tenemos que acabar con esta dualidad, tenemos que acabar con esta narrativa y construir un nuevo Oriente Medio basado en los derechos humanos.