Amnesty IconsAmnesty IconsAmnesty IconsAmnesty IconsAmnesty IconsAmnesty IconsAmnesty IconsAmnesty IconsAmnesty IconsAmnesty IconsAmnesty IconsAmnesty IconsAmnesty IconsAmnesty IconsAmnesty IconsAmnesty IconsAmnesty IconsAmnesty IconsAmnesty IconsAmnesty IconsAmnesty IconsAmnesty IconsAmnesty IconsAmnesty IconsAmnesty IconsAmnesty IconsAmnesty IconsAmnesty IconsAmnesty IconsAmnesty IconsAmnesty IconsAmnesty IconsAmnesty IconsAmnesty IconsAmnesty IconsAmnesty IconsAmnesty IconsAmnesty IconsAmnesty IconsAmnesty IconsAmnesty IconsAmnesty IconsAmnesty IconsAmnesty IconsAmnesty IconsCovid IconsCovid IconsCovid IconsCovid IconsCovid IconsCovid Icons
Actuamos por los derechos humanos
en todo el mundo
La ecologista Rachel Carson

Rachel Louise Carson, referente del ecologismo moderno, posa en su casa en Washington, D.C. el 13 de marzo de 1963. © AP

Blog

Rachel Carson, pionera y referente en la lucha contra el cambio climático

Por Manu Mediavilla (@ManuMediavilla), colaborador de Amnistía Internacional ,

La bióloga marina y escritora estadounidense Rachel Carson, que nació un 27 de mayo, es una referencia obligada cuando se habla del movimiento ecologista moderno y de la concienciación popular sobre la defensa del medio ambiente.

Su libro “Silent Spring” (“Primavera silenciosa”), de cuya publicación se cumplirán 60 años en este 2022, contaba cómo el DDT y otros pesticidas de uso habitual se acumulaban de manera invisible en la cadena alimenticia, causaban graves daños a la flora y fauna y planteaban serios riesgos para la salud humana. Y lo explicaba a la vez con rigor científico y con suficiente sencillez para hacerlo inteligible a la gente de a pie, que podía así comprender la fragilidad e interconexión de los ecosistemas y la propia fragilidad humana en ese contexto.

Nacida en 1907 en Springdale (Pensilvania), localidad ribereña situada entre dos grandes plantas eléctricas de carbón que la envolvían en contaminación, Rachel Louise Carson fue la menor de tres hermanos. Educada en una sencilla granja, heredó de su madre dos grandes pasiones: la literatura y la naturaleza. Ambas se fusionarían en su relato concienciador sobre aquellos polvos y aerosoles que se aplicaban con profusión en bosques, granjas, jardines y hogares; sobre aquellos productos químicos que, más allá de su pretendido objetivo de eliminar unas pocas hierbas o insectos dañinos “tienen el poder de matar a todos los insectos, a los 'buenos' y a los 'malos', de calmar el canto de los pájaros y el salto de los peces en los arroyos, de cubrir las hojas con una película mortal para luego permanecer en el suelo”. Precisamente por ese poder destructivo que no discrimina entre especies, los llamó “biocidas”. Y no dudó en alertar de sus enormes riesgos: al alojarse durante mucho tiempo en las cosechas, penetrar en los organismos vivos y pasar de uno a otro, acababan conformando una “cadena de envenenamiento y de muerte”.

El cambio climático es una cuestión de derechos humanos

La basura y los escombros cubren la costa en Cap-Haitien, Haití, 10 de marzo de 2022. © AP/Odelyn Joseph

Campaña de desprestigio y difamación por la publicación del libro "Primavera silenciosa"

Antes de publicarse como libro en septiembre de 1962, la revista “The New Yorker” avanzó parte del contenido de “Primavera silenciosa” en tres números de junio. Ello puso en guardia a la industria agroquímica, que lanzó una implacable campaña de desprestigio y difamación contra Carson en la que se mezclaban descalificaciones personales (”solterona”, “histérica”), políticas (”comunista”) y sociales (“fanática de la naturaleza”, empeñada en “volver a las cavernas”), y en la que se sembraban dudas sobre su carácter y estabilidad mental. Como remate, se advertía a las empresas editoras de periódicos y revistas de que arriesgaban sus ingresos publicitarios si publicaban reseñas favorables del libro.

Pero aquellas críticas gratuitas no consiguieron amedrentar ni desalentar a Rachel Carson, que no había sido la primera experta en mostrar preocupación por el empleo inadecuado de los pesticidas –su denuncia se centró siempre en su uso indiscriminado por los riesgos derivados para todos los seres vivos– y que había recibido, además, comentarios positivos de científicos de prestigio. No en vano dedicó más de 50 de sus 260 páginas a citas científicas.

Cuando el libro se publicó, su éxito de ventas fue rotundo (más de 100.000 copias en tres meses, otras 40.000 reservadas de antemano, y siete meses en la lista de 'best sellers' del 'New York Times'). Y también fue muy positiva la acogida del público y de la crítica especializada, que sirvió para ampliar el debate científico y social y para situar el tema en la agenda política.

Luchar contra el cambio climático garantiza el derecho a un medio ambiente saludable

Una abeja carpintera o abejorro violeta de la madera. © AP/Ted Richardson

Debate nacional y espaldarazo científico

Poco a poco, en diferentes estados se fueron haciendo hueco más de 40 proyectos de ley para regular el uso de pesticidas. Y finalmente la cuestión saltó al ámbito nacional. Por una parte, la cadena de televisión CBS transmitió en abril de 1963 un reportaje especial titulado “The Silent Spring of Rachel Carson” (parte de la industria química retiró su publicidad tras fracasar en su intento de evitar la emisión), que alcanzó a una audiencia de 10 a 15 millones de personas y que sirvió para concienciar del problema a mucha gente que no había leído el libro. Por otro lado, la intensa polémica llevó al presidente John F. Kennedy a ordenar una investigación del Comité Asesor Científico Presidencial (PSAC), que en mayo del mismo año publicó su informe final “El uso de los pesticidas”. El estudio reconocía el insuficiente conocimiento sobre la toxicidad a largo plazo de los pesticidas y sobre sus efectos crónicos, y, más importante aún, recomendaba que los residuos de pesticidas fueran rastreados y monitoreados en el aire, agua, suelo, peces, vida silvestre y seres humanos con el objetivo de eliminar el uso de pesticidas tóxicos persistentes.

En definitiva, como subrayaron algunas revistas científicas, una vindicación en toda regla de Rachel Carson y las tesis de “Primavera silenciosa”.

En junio de aquel intenso 1963, la bióloga testificó ante dos comités del Senado que analizaban el tema de los pesticidas y abogó por una agencia reguladora independiente que protegiera de riesgos químicos a personas y medio ambiente. Carson enmarcó la cuestión en los derechos humanos al subrayar que uno de los más básicos era el “derecho del ciudadano a estar seguro en su propio hogar contra la intrusión de venenos aplicados por otras personas”. Y, sin hacer caso a los renovados ataques contra ella, reiteró sus principales peticiones:

  • control estricto de la fumigación aérea de plaguicidas,
  • reducción y eventual eliminación de los considerados persistentes,
  • más y mejor investigación sobre los métodos no químicos de control de plagas.

Las empresas y gobiernos deben luchar contra el cambio climático

Supervivientes de la tragedia de Bhopal participan en una protesta en Nueva Delhi, India, 10 de noviembre de 2014. © Foto AP/Tsering Topgyal>

Legado, logros y reconocimiento de Rachel Carson

Sólo su precaria salud, debilitada por un cáncer de mama maligno –y por sus duros tratamientos– diagnosticado dos años antes de publicar “Primavera silenciosa”, la iría apartando de la escena pública. El 14 de abril de 1964, diez meses después de aquellas comparecencias, fallecía a sus 56 años.

Pero su lucha no fue en vano ni su legado se apagaría. “Primavera silenciosa” impulsó la primera ola ecologista contemporánea, que tendría continuidad con otras obras y extendería la problemática ambiental por las aulas y las calles hasta confluir en la masiva y festiva celebración en 1970 del primer Día de la Tierra. En ese mismo año se creó la Agencia de Protección Ambiental (EPA) estadounidense, que en 1972 prohibiría ocho de los doce plaguicidas abordados en su libro, incluido el DDT, que sólo se usa ya en unos pocos países para combatir la malaria y bajo estrictas condiciones que impidan la contaminación ambiental. A título póstumo, Jimmy Carter le concedió la Medalla Presidencial de la Libertad.

hay derechos humanos fundamentales que están gravemente amenazados por el cambio climático

Manifestación del movimiento Fridays for Future para luchar contra el cambio climático . © Roman Vondrous (CTK vía AP Images)

El cambio climático, una cuestión de derechos humanos

La visión ecologista del mundo de Rachel Carson y su preocupación por la fragilidad e interconexión de los ecosistemas bien puede aplicarse al cambio climático y sus peligrosos efectos, cuyas crecientes evidencias científicas hacen imprescindible actuar cuanto antes para evitar consecuencias desastrosas para el planeta y la vida en él. Por una simple cuestión de derechos humanos, como apuntaba la propia bióloga y escritora a propósito de los daños 'invisibles' de los pesticidas.

Esa visión de Carson encaja a la perfección con la filosofía de Amnistía Internacional sobre el cambio climático como cuestión urgente de derechos humanos, ya que elcalentamiento global que lo produce empieza a mostrar ya sus devastadoras consecuencias para la humanidad, que lo serán aún más en el futuro. De hecho, como subraya AI, “además de amenazar nuestra propia existencia, el cambio climático está repercutiendo de forma dañina en nuestro derecho a la vida, la salud, la alimentación, el agua, la vivienda y los medios de vida”.

Precisamente por ello, la pasividad de los gobiernos ante el cambio climático y su ausencia de medidas para atajarlo cuando ya existen sobradas pruebas científicas de sus peligros, “podría ser la mayor violación de derechos humanos intergeneracional de la historia”.

El cambio climático afecta a todas las personas, y todas tienen la obligación de luchar para frenarlo y minimizar su impacto. Sin embargo, la mayor responsabilidad corresponde a los Estados (los más ricos deben abrir camino para proteger a las personas más débiles) y a las empresas (deben tomar medidas para evitar las repercusiones negativas), y muy especialmente a las del sector de combustibles fósiles, que deben minimizar de inmediato sus emisiones de gases de efecto invernadero y cambiar su negocio a las energías renovables.

Contigo somos independientes

Amnistía Internacional lo forman personas que defienden una humanidad justa y libre alrededor del mundo. Personas como tú, que creen en nuestro trabajo. Por eso, si tú también defiendes los derechos humanos, te necesitamos para seguir siendo independientes. Puedes hacerlo desde aquí en menos de un minuto, con cuotas a partir de 4 € al mes.

Nos mantenemos firmes con nuestros principios: no aceptamos ni una sola subvención de ningún gobierno, ni donaciones de partidos políticos.

Haz posible nuestra independencia.