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María Jesús, activista de Amnistía Internacional La Rioja

María Jesús, activista de Amnistía Internacional La Rioja. @ Private

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Mujeres contra el coronavirus (IV)

  • MUJER MIGRANTE, CUIDADORA A DOMICILIO Y SIN DERECHOS
Por María Jesús González, activista de Amnistía Internacional La Rioja,

Mi nombre es María Jesús, y soy activista de Amnistía Internacional La Rioja.

Cuando una amiga de la familia, Ana, que tiene unos 90 años, fue envejeciendo, sus dos hijas consideraron que no podía seguir viviendo sola. Primero contrataron a María para que le acompañara unas horas, pero pronto eso tampoco fue suficiente, así que buscaron a otra persona para que pudiera estar con ella todo el tiempo.

Así conocimos a Luz; es hondureña, y lleva un par de años en España. No tiene ningún familiar en nuestro país, aunque en Logroño ella tiene un grupo de amigas y amigos de su misma nacionalidad.

Las dos hijas intentaron darle de alta en la Seguridad Social como empleada de hogar, pero no es posible. Luz no tiene “papeles”. La única forma que tiene de legalizar su situación -ella ya lo había mirado- es por el procedimiento de “arraigo”. Además de otros requisitos (como no tener antecedentes penales o poder presentar un contrato de trabajo), Luz tiene que acreditar haber estado en España durante tres años. Tres años en los que no puede trabajar legalmente y que, por tanto, no le computan para una posible jubilación ni le dan derecho a cobrar si tuviera una baja médica.

Tampoco, incluso aunque hubiera estado de alta, tendría derecho en ningún caso a cobrar desempleo. El régimen de las empleadas de hogar no lo contempla. Así que, cuando la interna que está cuidando a una persona mayor pierde el trabajo (por el fallecimiento de la persona anciana, porque vaya a una residencia o cualquier otra circunstancia), la empleada de hogar, interna y migrante en tantos casos, se queda sin trabajo, sin casa y sin la posibilidad de poder percibir una prestación de desempleo.

Luz siempre sonríe. Tiene buen humor, es paciente y tranquila y no se altera, aunque Ana le pregunte constantemente la misma cosa o la despierte varias veces por la noche para ir al baño.


Luz siempre sonríe. Tiene buen humor, es paciente y tranquila y no se altera, aunque Ana le pregunte constantemente la misma cosa o la despierte varias veces por la noche para ir al baño.
Desde que comenzó el estado de alarma, Luz no ha salido ni una sola vez de casa. Por prudencia para ella misma y, sobre todo, para no ser un riesgo para Ana. Desde la mitad de marzo ella no ha tenido ni un solo momento de asueto en su trabajo. Pasa su tiempo atendiendo a Ana, charlando con ella o viendo en la tele los programas que quiere ver Ana.

La situación de Luz se repite en muchos casos, con el mismo perfil: mujer, migrante, a menudo sin papeles, con pocas exigencias en cuanto a salario, a horas libres, a vacaciones. Su vida personal no cuenta, tampoco sus aficiones o sus amistades.

Hemos construido un mundo en el que las personas que cuidan a nuestros padres y nuestras madres durante todos los días, durante todas las horas, no tienen los derechos que consideramos imprescindible defender para todas las trabajadoras y trabajadores.

Cuando todo esto acabe ¿nos acordaremos de reivindicar los derechos de las personas que no los tienen?

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