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Camiseta de un joven migrante en Canarias

Camiseta de un joven migrante en Canarias. © AI

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Migración a Canarias: Una historia para no dormir

Por Carlos Escaño (@soligato), Responsable de campañas sobre derechos humanos en España,

Contar el viaje a Canarias para participar en la visita a terreno que realizamos a finales de septiembre pasa por las historias de quienes entrevistamos. Ésta fue la segunda visita a las islas en este año para actualizar la documentación sobre las condiciones de acogida, centrándonos en los alrededor de 2.400 menores que están en Canarias.

Las historias que escuchamos eran duras, cargadas de injusticias por el camino, de malas condiciones, exclusión y racismo al llegar aquí, de jóvenes teniendo que vivir en la calle, de su deseo de poder trabajar, la necesidad de una vida mejor, o al menos de sobrevivir. También conocimos a personas comprometidas, iniciativas solidarias e incluso algunos casos que mostraban que, si las cosas se hacen bien, el resultado es mucho más esperanzador.

Comparto una de las historias que más me impresionaron, que resume muchas injusticias que denunciamos en campañas distintas, y que en este caso lo relataba un joven yemení que llevaba dos meses en Canarias y que venía de cruzar cinco países en dos años y medio. Cuando te lo cuentan frente a frente, es otra historia.

Virginia Álvares, investigadora de AI, tomando notas durante una entrevista en su misión a Canarias

Virginia Álvarez, investigadora de AI, tomando notas durante una entrevista que realizó en su misión a Canarias. © AI

Me da igual el sitio, pero que sea tranquilo para vivir, donde se me respete y pueda estar tranquilo”, decía el joven que había cruzado Egipto, Níger, Mali, Argelia y Marruecos para llegar a Canarias. Detenciones, robos y órdenes de expulsión fue el trato que vivió en muchos de los países a los que llegaba huyendo de la persecución y la guerra. En Yemen le habían torturado y amenazado de muerte, hasta que un día decidió huir del país.

Su cuerpo presentaba grandes cicatrices de heridas como consecuencia del conflicto armado. Contaba encontrarse tan dolorido que no lograba ni dormir. Tampoco se lo permitían el recuerdo de lo vivido. “En mi país la gente se muere de hambre porque no llegan los alimentos. He visto con mis ojos cómo mataban a un padre delante de toda su familia. Un control podía matar a alguien sin mayor motivo y otro control que estaba cerca ni se inmutaba al verlo. Mataban de forma aleatoria”.

Cuando llegó a Egipto le rompieron el documento de identificación y le dijeron que se tenía que ir del país. Luego en Níger lo detuvieron y encarcelaron durante tres días. Logró viajar hasta Mali donde igualmente lo retuvieron durante dos días. Tras dar con un grupo de personas cruzó a Argelia. En mitad del desierto le quitaron el pasaporte y el móvil. Le dieron orden de expulsión con tres días para abandonar el país. Posteriormente, llegó a Marruecos donde nuevamente lo detuvieron y, posteriormente, vivió un rechazo social promovido por las autoridades. “Cuando vieron que era yemení no dejaban a nadie que se acercara a mí”. Desde allí intentó llegar a Canarias, y fue a la tercera cuando lo consiguió.

En el viaje su salud se agravó, perdiendo casi la movilidad de una pierna. El deterioro fue rápido y progresivo. Se preguntaba, entre sorna y queja, que cuándo tratan en España una urgencia. “Si no acaban conmigo allí en Yemen con la guerra, lo harán aquí por no atenderme”. Lo habían llevado al hospital y estaba a la espera de que le dieran los resultados médicos y ver a un especialista.

Actualmente dice no contar con ninguna documentación. Le informaron que podía solicitar asilo, pero ahora su preocupación principal es que le curen. Su caso es un claro ejemplo de una persona con derecho a protección internacional, pero dos meses después de su llegada aún no se ha iniciado el trámite.

Reclamamos que se dé una acogida digna, por humanidad, solidaridad y por respeto a los derechos humanos y la dignidad de todas las personas. Y antes, que hubiera podido huir de su país empleando una ruta legal y segura. ¿Cuánto se gasta en construir la Europa Fortaleza y cuánto implicaría facilitar vías legales y seguras? Y antes de todo está el motivo del viaje, el “efecto expulsión” del que poco se habla frente al “efecto llamada” que muchos repiten cual martillo pilón. El conflicto armado que le hizo marchar nos hace tener una deuda con él, porque España hace negocio vendiendo armas a países que bombardean el suyo y llevan a cabo un bloqueo que hace muy difícil la vida allí.

Nave donde pasan las primeras 72 horas las personas migrantes que llevan a Lanzarote

Nave en Arrecife donde pasan las primeras 72 horas las personas migrantes que llegan a Lanzarote. © AI

Esta es una de las historias que nos han contado en la misión a Canarias. Hay más, tantas como entrevistas se hicieron, y más allá, hay tantas como personas que se han tenido que jugar la vida para llegar a Canarias, huyendo de la persecución, la guerra, la pobreza vinculada muchas veces con la explotación europea de los recursos que son sus medios de vida como la pesca, o las sequías y desastres causados por el cambio climático.

Preguntado si podíamos contar su historia el joven yemení dijo que sí, pero entre risas pidió que no le habláramos de derechos humanos hasta que España no dejara de vender armas a Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos. Un chico marcado por la guerra y el maltrato a quienes tienen que abandonar su país ponía el dedo en la llaga: la primacía de los negocios por encima de la vida.

Terminó repitiendo lo mismo que dijo al principio. “Lo que quiero es una vida tranquila”. Eso al menos se lo debemos.

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