Se acerca el momento que puede marcar un antes y un después en el curso de la pandemia: la llegada de las ansiadas vacunas contra la COVID-19. ¿Habrá acceso universal y equitativo a estas vacunas o prevalecerá la ley del más fuerte y el egoísmo? La cosa no pinta bien, pero aún hay tiempo para evitar el desastre.
Nada más inquietante que el reciente apretón de manos entre Lukashenko y Putin en plena represión a las manifestaciones masivas en Bielorrusia, que el presidente ruso aprovechó para escenificar su apoyo al mandatario del país vecino y anunciar, atención a la curiosa coincidencia, que Minsk empezaría a colaborar en la última fase de desarrollo de la vacuna rusa Sputnik V contra la COVID-19.
En esta foto publicada por el Servicio de Prensa Presidencial de Rusia, el presidente ruso Vladimir Putin, a la derecha, y el presidente bielorruso Alexander Lukashenko se dan la mano durante su reunión en la residencia Bocharov Ruchei, en el balneario de Sochi, Rusia, en febrero de 2020. © Servicio de Prensa Presidencial Ruso vía AP
Nada más desalentador que oír al presidente de los Estados Unidos asegurar que la vacuna está ya “a pocas semanas” -ojo, las elecciones en EEUU tendrán lugar a primeros de noviembre- solo unos días después de que Sanofi, AstraZeneca, Pfizer, GSK y otras cinco multinacionales farmacéuticas que participan en la carrera por la vacuna emitieran un comunicado alertando de que no tolerarán interferencias y que aplicarán los estrictos protocolos de seguridad para su desarrollo.
Y nada más preocupante que oír al ministro de Relaciones Exteriores chino, Wang Yi, declarar que las vacunas desarrolladas por su país se convertirán en un “producto público mundial” matizando, eso sí, que China responderá activamente a las necesidades de los pueblos de los países BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) para poder garantizar conjuntamente el acceso y la asequibilidad de las vacunas en los “países en desarrollo”. ¿Esos mismos países, cabría preguntarse, que China tiene tanto interés en atraer a su ámbito de influencia?
El soberanismo de las vacunas
Las cosas no van por buen camino porque, para empezar, no lo hacen desde hace mucho tiempo. La Asamblea Mundial de la Salud ha pedido que se otorgue prioridad a nivel mundial al acceso universal, oportuno y equitativo a las vacunas, pero la actual pandemia ha hecho eclosionar un “soberanismo de las vacunas” que no es más que el resultado indeseable y esperable de la falta crónica de una cooperación efectiva entre Estados para proteger la salud de la gente como lo que es: un derecho humano, es decir, un derecho por encima de soberanismos, gobiernos y fronteras.
El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, pronuncia un discurso tras su recorrido por el Centro de Innovación de Fujifilm Diosynth Biotechnologies, donde se están desarrollando componentes para una posible vacuna contra la COVID-19. © REUTERS / Carlos Barria
“El 'soberanismo de las vacunas' es el resultado de la falta de cooperación efectiva entre Estados”
La lamentable retirada de Estados Unidos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) hace pocos meses fue muy mediática y un golpe devastador a la salud mundial, pero fue también todo un baño de realidad para millones de personas que desconocían los acuciantes problemas financieros, entre otros, que asolan al principal órgano internacional que apoya la salud pública mundial. Además de desempeñar un papel crucial en la lucha contra la pandemia de COVID-19, la OMS desarrolla una importante labor en diversos ámbitos de la salud mundial, como numerosos programas contra el ébola, el sarampión, la malaria, el VIH, y muchas otras enfermedades.
Para evitar el desastre del “soberanismo de las vacunas”, Amnistía Internacional ha pedido a los países del G20 que garanticen una asignación justa de vacunas en los países, y entre los países, porque toda vacuna debe tratarse como un bien público, aumentando la disponibilidad y la asequibilidad mediante la transparencia y el intercambio de innovaciones científicas y técnicas, evitando acuerdos bilaterales que socaven la disponibilidad de la vacuna para terceros países y dando prioridad a la cooperación con organismos internacionales, como la OMS.
Vacuna accesible y universal sin discriminación
Cuando llegue la vacuna, y en algunos países ya lo está haciendo, esta debe ser accesible sin discriminación, y se debe apoyar a los grupos que corren mayor riesgo ante el virus, y a las personas cuya situación de marginación les va a dificultar el acceso.
Un bebé palestino recién nacido recibe una vacuna en una clínica administrada por las Naciones Unidas durante la pandemia de COVID-19, en el sur de la Franja de Gaza. el 10 de septiembre de 2020. © REUTERS / Ibraheem Abu Mustafa
Los países deben vigilar que las empresas no obstaculicen el acceso a las vacunas, asegurando por ejemplo que el coste no sea excesivo. Una administración limitada a los grupos de población que se lo puedan permitir reducirá también significativamente su efectividad a la hora de poner fin a la pandemia.
“Colaborar con la OMS para ampliar el uso público de las vacunas debería ser condición para acceder a financiación pública para su desarrollo”
Los países también deben pedir a quienes desarrollan las vacunas que compartan conocimientos, datos y la propiedad intelectual con el Acceso Mancomunado a Tecnología contra la COVID-19 de la OMS (C-TAP en inglés), para que se puedan conceder licencias a otros fabricantes y alcanzar así un uso público más amplio. Es decir, convertir la transparencia y la colaboración con el C-TAP en condición para acceder a la financiación pública, que en algunos casos está siendo muy cuantiosa, como en Estados Unidos o Reino Unido, por poner sólo dos ejemplos.
Además, hay que revisar urgentemente las leyes de propiedad intelectual para asegurar que no son un obstáculo para la disponibilidad y la asequibilidad de las vacunas y, lo más importante, garantizar que los criterios nacionales e internacionales que se establezcan para la asignación de vacunas son conformes con las normas de derechos humanos y con el Marco de asignación equitativa elaborado por la OMS.
Una trabajadora de la salud habla con un voluntario antes de que le hagan la prueba del coronavirus (COVID-19) en el Centro de Investigación Wits RHI Shandukani en Johannesburgo, Sudáfrica, el 27 de agosto de 2020. © REUTERS / Siphiwe Sibeko
Por último, los países deben proporcionar suficiente ayuda al desarrollo para facilitar que los países con menos ingresos compren las vacunas que necesitan, y garantizar que el coste no es nunca un obstáculo al acceso.
Queda poco tiempo, pero el desastre de un acceso desigual a las vacunas que retrase la victoria global sobre la pandemia y que socave el derecho a la salud de las personas más vulnerables del planeta todavía puede evitarse. La humanidad está en riesgo, pero sólo estará a salvo cuando todas las personas estemos a salvo. Este es el mensaje a los Gobiernos del mundo.