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Las fuerzas del orden ayudan a las personas heridas e intentan sofocar el fuego tras el atentado perpetrado en el Crocus City Hall de Moscú

Fuerzas del orden y bomberos intentan sofocar el fuego y atender a las personas heridas tras un ataque en el Crocus City Hall, en Krasnogorsk, Moscú. © Gripas Yuri/ABACA/Shutterstock

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La tortura en el mundo actual: cuando la realidad supera la ficción

Por el Equipo de Países de Amnistía Internacional España,

Lejos de promover la rendición de cuentas en favor de las víctimas, la tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes sólo sirven para empañar y socavar el camino de la verdad y la justicia.

El viernes 22 de marzo estaba programado un concierto de rock en el centro comercial Crocus City Hall, en Krasnogorsk, un suburbio del norte de Moscú. Por su gran sala de Conciertos, para algo más de 7.000 personas, han pasado artistas de la talla de Jennifer López, Sting, Dua Lipa, Sia, Enrique Iglesias, Lorde o Lana del Rey.

Ese viernes 22 de marzo, con todas las localidades vendidas, la banda de rock Piknik estaba a minutos de comenzar su actuación cuando cuatro hombres encapuchados irrumpieron en la sala, disparando fusiles automáticos. Esto dio paso al pánico y al terror. Los asaltantes usaron bombas incendiarias y el teatro comenzó a arder. A causa de los atascos de la hora punta, las primeras unidades policiales especializadas llegaron una hora después de que comenzaran los tiroteos. Dos horas después de que empezara ese infierno, el techo del edificio colapsó y se vino abajo. Coches de policía, bomberos, ambulancias, helicópteros sanitarios, helicópteros lanzando agua, Guardia Nacional y el Ministro del Interior se presentaron en el lugar de los hechos. En pocos minutos se empezaron a propagar imágenes del ataque en televisiones nacionales e internacionales y asistentes al concierto subían vídeos del ataque, prácticamente en directo: butacas calcinadas, el escenario cubierto de escombros... El balance fue de 145 víctimas mortales, incluidos menores de edad, y más de 500 personas heridas.

Una vez que comenzó la investigación, también se dispararon noticias contradictorias, sobre todo en relación a la autoría. El presidente ruso, Vladimir Putin y el Servicio Federal de Seguridad (FSB), antiguo KGB sugirieron que Ucrania estuvo involucrada en el ataque. Por otra parte, el ataque fue revindicado por miembros del Estado Islámico del Jorasán (ISIS-K). Voces como la del expresidente Dmitry Medvedev, actual jefe del Consejo de Seguridad de Rusia, clamaban venganza: “Mátenlos a todos”.

Presunto autor del atentado con claros signos de haber sido torturado

Dalerjon Mirzoev, sospechoso del atentado terrorista contra la sala de conciertos Crocus City Hall, es visto dentro de una celda de acusados durante una audiencia con claros signos de haber sufrido torturas. © Pavel Bednyakov/SPUTNIK/SIPA

Al día siguiente del ataque, cuatro detenidos prestaron declaración ante el Tribunal de Distrito de Basmanny, en Moscú, que ordenó prisión preventiva bajo la acusación de “acto de terrorismo”. En las imágenes oficiales distribuidas, uno de los sospechosos compareció ante el tribunal en silla de ruedas, con muestras de haber sufrido graves heridas. Otro de los detenidos tenía vendado el lado derecho de la cabeza e imágenes anteriores sugerían que sus captores le habían cortado la oreja mientras lo interrogaban. El tercer sospechoso compareció con los bordes de una bolsa de plástico atada con cinta adhesiva alrededor de su cuello, lo que sugiere el uso de una técnica de asfixia supuestamente utilizada por las fuerzas del orden rusas. El cuarto daba muestras de estar semiinconsciente. Todos tenían los ojos morados y otros signos de lesiones. Otras imágenes sugerían la electrocución de uno de los detenidos por parte de sus captores.

A nadie le podía caber una duda: los detenidos habían sido brutalmente torturados. Es entonces cuando surgen las preguntas:

¿Está permitida la tortura en casos como este?

Rotundamente, no. Ni en estos horribles casos ni en ninguno. La tortura es un delito definido por la Convención contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes de Naciones Unidas, de 1984, como todo acto por el que se inflige “intencionalmente a una persona dolores o sufrimientos graves, ya sean físicos o mentales, con el fin de obtener de ella o de un tercero información o una confesión…” y está expresamente prohibida por el derecho internacional. Nunca hay circunstancias atenuantes para los torturadores. Rusia es uno de los 174 países que han firmado y ratificado esta Convención. Pero como hemos visto, con esto no basta, el Estado tiene la obligación de tomar medidas legislativas, administrativas, judiciales o de otra índole eficaces para impedir los actos de tortura.

Activistas de Amnistía Internacional sostienen pancartas para denunciar la muerte bajo custodia de Mahsa Amini

Activistas de Amnistía Internacional organizan una sentada en el Capitolio de Roma para protestar contra la muerte bajo custodia de Mahsa Amini. © Andrea Ronchini/NurPhoto/Shutterstock

¿Quién tortura?

Tanto los Estados como grupos armados. En los Estados, las diferentes modalidades de fuerzas policiales y de seguridad, o lo que es lo mismo: aquellas autoridades que tienen encomendada por su legislación la investigación de los delitos.

Por ejemplo, en Irán, seis meses después del levantamiento popular desencadenado tras la muerte bajo custodia de Mahsa (Zhina) Amini, Amnistía Internacional reveló los métodos de tortura que empleó la Guardia Revolucionaria iraní, la fuerza paramilitar Basij, la Policía de Seguridad Pública y otras fuerzas de seguridad contra menores de edad detenidos durante y después de las protestas.

Durante 2014 y 2015, distintos grupos armados, como Yabhat al Nusra y el Movimiento de Nour al Dine Zinki, que operaban en Alepo, Idleb y zonas circundantes del norte de Siria llevaron a cabo una aterradora oleada de secuestros, tortura y ejecuciones sumarias. Muchos civiles se tenían que enfrentar al temor constante de ser secuestrados y torturados si criticaban la conducta de los grupos armados o no cumplían las estrictas normas que algunos de estos grupos impusieron.

¿Por qué se tortura? ¿Qué se consigue?

Torturar es infligir formas extremas de sufrimiento a seres humanos. No sirve para obtener información útil, ya que la víctima puede dar cualquier respuesta con tal de poner fin al terrible dolor que siente. La tortura y otras formas de maltrato son una cuestión de relaciones de poder y humillación. Destruyen a las personas y a sus familias, quebrantan las sociedades, pues generan un clima de miedo y desconfianza y fomentan una espiral de violencia, sustituyen el Estado de derecho por el terror.

Cuando se permite y no se persigue el uso de la tortura, nadie está a salvo. Estos actos no se someten al derecho sino a la voluntad e intereses de las autoridades. Aquellos que emplean métodos de tortura de manera sistemática lo hacen porque pueden, porque no están sometidos a un efectivo control judicial y porque gozan de impunidad.

Cuando, como en el caso de los detenidos del atentado Crocus, es el propio gobierno el que distribuye imágenes de detenidos evidentemente torturados y los pone a disposición de un tribunal sin que se pongan en funcionamiento las garantías procesales en su favor, hay que concluir que las torturas son un sistema promovido y protegido para la indagación de los hechos, para los que evidentemente no hay ningún castigo. A día de hoy, nadie ha investigado las denuncias de tortura.

De acuerdo con el derecho internacional ninguna declaración que se demuestre que ha sido hecha como resultado de tortura puede ser invocada como prueba en ningún procedimiento, salvo en contra del torturador. Un sistema de gobierno respetuoso con los derechos humanos debe promover la investigación rápida e imparcial cuando hay personas que denuncian actos de tortura. Deberían existir procedimientos independientes para vigilar, detectar, juzgar y castigar las torturas como delitos que son.

Memorial improvisado en solidaridad con las víctimas del atentado en el Crocus City Hall de Moscú

Vista del monumento improvisado en memoria de las víctimas del atentado terrorista en la sala de conciertos "Crocus City Hall" en Moscú. © Andrei Bok/SOPA Images/Shutterstock

¿Funciona la tortura?

El uso de la tortura y otros malos tratos destruye a las personas, corroe el Estado de derecho, menoscaba el sistema de justicia penal y erosiona la confianza de la población en las instituciones públicas y el Estado al que representan. Además, causa a las víctimas un dolor y sufrimiento grave que continúa mucho después de cesar los actos de tortura.

Un mito extendido en relación con la tortura es que a veces es la única manera de obtener información que puede salvar vidas, pero la realidad es que los Estados disponen de una enorme variedad de maneras de reunir información sobre delitos sin perder su humanidad. La tortura es un instrumento primitivo y contundente para obtener información. La tortura se usa de forma sistemática en todo el mundo para obtener confesiones. La información obtenida de este modo no es fiable porque una persona dirá cualquier cosa bajo tortura sólo para que el dolor cese. Dirá lo que sus torturadores quieren oír.

Las personas que vivimos los ataques del pasado 11 de marzo de 2004 en Atocha, como para las víctimas de los ataques del 11 de septiembre de 2001 o de los miles de horribles hechos similares que han tenido lugar en distintas partes del mundo y a lo largo de la historia, podemos comprender el impacto y la presión que hechos tan traumáticos suponen para toda una sociedad, ¿pero esto justifica todo en la búsqueda y castigo de los responsables? Evidentemente, no.

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