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Las consecuencias más devastadoras es el impacto de las políticas discriminatorias de Israel en el acceso de la población palestina a suministros adecuados de agua limpia y segura. © Amnistía Internacional

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La ocupación del agua por parte de Israel

Por Amnistía Internacional,

El legado de 50 años de ocupación israelí de los territorios palestinos ha sido violaciones sistemáticas de derechos humanos en gran escala. Una de las consecuencias más devastadoras es el impacto de las políticas discriminatorias de Israel en el acceso de la población palestina a suministros adecuados de agua limpia y segura.



La población palestina no puede perforar nuevos pozos, instalar bombas ni ahondar pozos ya existentes, y además se le niega el acceso al río Jordán y a los manantiales de agua dulce.
Amnistía Internacional


Mujeres palestinas llenan botellas de agua en el pueblo cisjordano de Qarawah Bani Zeid. © ABBAS MOMANI/AFP/Getty Images

Los colonos israelíes que viven junto a palestinos en Cisjordania no sufren esas restricciones ni escasez de agua, y pueden gozar y sacar provecho de explotaciones agrícolas bien regadas y piscinas.

Amnistía Internacional


La población palestina consume por término medio 73 litros de agua al día por persona, cantidad muy inferior al mínimo diario de 100 litros per cápita recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS). En muchas comunidades ganaderas de Cisjordania, el consumo de agua es de sólo 20 litros por persona y día para miles de palestinos, según la OCAH. En cambio, cada israelí consume un promedio de 300 litros de agua al día, aproximadamente.
Amnistía Internacional


Mural pintado en la pared de una estación de bombeo abandonada al borde de la ruta 90, principal carretera que recorre el valle del Jordán. El texto dice: “Nuestra agua es nuestra vida, preservémosla”. En el valle del Jordán, numerosos manantiales y pozos están inactivos debido a la creciente explotación del acuífero de la montaña, en el extremo occidental del valle, por la compañía estatal israelí Mekorot. © Amnistía Internacional

Efectos devastadores para las comunidades del valle del Jordán



Ihab Saleh,


Ihab Saleh relató al personal de investigación de Amnistía Internacional cómo, a principios de septiembre de 2017, las autoridades israelíes cortaron el suministro de agua al pueblo durante cinco días afirmando que los residentes habían tomado por medios no autorizados un volumen de agua mayor que el asignado. Las cosechas de Ihab se perdieron debido a este corte, y los daños causados a su negocio ascendieron a unos 10.000 nuevos siclos (unos 2.820 dólares de EE. UU.). Ihab dice que no se avisó con antelación del corte y que no había potable agua para ninguno de los residentes, que tuvieron que desplazarse hasta una población vecina, a 5 kilómetros, para llevar agua en camiones. © Amnesty International

En este pueblo queremos la paz, diga lo que diga la Autoridad Palestina, la queremos. Diga lo que diga el ejército israelí, la queremos. [...] Lo único que queremos es labrar nuestra tierra
Ihab Saleh, agricultor


Una de la dos estaciones de bombeo de Mekorot a las afueras del pueblo de Bardala. Estas estaciones de bombeo han hecho que los manantiales de los pueblos de Ein al Beida y Bardala se sequen por completo, lo que obliga a la comunidad palestina a depender totalmente de la empresa estatal israelí para su abastecimiento de agua para uso doméstico y agrícola. © Amnistía Internacional


© Amnistía Internacional


Como las autoridades israelíes no reconocen el derecho de muchas comunidades palestinas a vivir en la Zona C y se niegan a permitirles las infraestructuras necesarias, estas familias no tienen acceso a agua corriente aunque una conducción de Mekorot discurre al borde de la carretera, a menos de 100 metros de su tierra. Para abastecerse de agua deben ir dos veces al día al punto local de suministro de agua gestionado por la empresa Mekorot. © Amnistía Internacional


Issa Nijoum es un antiguo cultivador de cítricos de Al Auja que ahora sólo cultiva plantas que requieren menos agua, como la calabaza y el pepino. En 2017 sólo tuvo acceso al agua durante 40 días en la temporada de cultivo, que suele ir de febrero a marzo, y la cosecha de calabazas se arruinó. Issa explicó que normalmente sus cultivos necesitan 120 días de agua al año. © Amnistía Internacional


Los restos de la cosecha arruinada de calabazas de Issa Nijoum, en un campo a las afueras del pueblo de Al Auja. © Amnistía Internacional


Un miembro del consejo local del pueblo de Al Auja sostiene una lima, que no se ha desarrollado totalmente. Explica que, desde mediados se la década de 1990, los limeros producen frutas y cosechas cada vez más pequeñas a causa de la falta de agua. © Amnistía Internacional

Acceso de los asentamientos israelíes al agua


Piscina en Ma’ale Adumim. Con un suministro de agua unas cuatro veces mayor que el que llega a las comunidades palestinas, los asentamientos israelíes como Ma’ale Adumim contrastan claramente con sus vecinos palestinos. © Amnistía Internacional


Vegetación exuberante en el asentamiento israelí de Ma’ale Adumim. Con 37.670 habitantes, este asentamiento es uno de los más poblados de los Territorios Palestinos Ocupados. © Amnistía Internacional


Recolección de uvas en al asentamiento israelí de Psagot, julio de 2017. La bodega de Psagot se fundó en 2003 y, según su sitio web oficial, produce unas 350.000 botellas de vino al año, el 70% de las cuales se exportan a mercados internacionales. El cultivo de uvas tiene gran valor y necesita mucha agua. © David Silverman/Getty Images


Plantación de dátiles de un asentamiento israelí cerca del pueblo de Al Auja, en el valle del Jordán, 21 de septiembre de 2017. Cada años se exportan a mercados internacionales artículos por valor de cientos de millones de dólares producidos en asentamientos israelíes construidos en tierras palestinas ocupadas, a pesar de que la inmensa mayoría de Estados han condenado oficialmente los asentamientos por ser ilegales en virtud del derecho internacional. © Amnistía Internacional


Punto de abastecimiento de agua a las afueras del pueblo de Al Auja, en el valle del Jordán. Para la población palestina que no tiene acceso a agua corriente, la situación es grave. Para satisfacer sus necesidades básicas, la gente se ve obligada a comprar agua adicional de camiones cisterna, generalmente dos veces al día. El agua es a menudo de calidad dudosa y es más cara que la suministrada a través de la red de abastecimiento de agua. © Amnistía Internacional

Qais Nasaran,


© Amnesty International


© Amnesty International



Mustafa al Farawi,


© Amnistía Internacional

No tenemos agua suficiente ni control sobre ella. La táctica de las autoridades israelíes es disminuir poco a poco el agua para que tengamos que dejar la tierra.
Mustafa al Farawi, Al Jiftlik


© Amnistía Internacional

Azim Mifleh,


Azim Mifleh tuvo que diversificar y cultivar en invernaderos. La mayoría de los cultivos que ahora produce, como pepinos, tomates y calabazas, sólo pueden cultivarse en invierno y primavera. © Amnistía Internacional


© Amnistía Internacional


Turistas palestinos de Nablús rezan en un centro turístico abandonado cerca del Mar Muerto, en el valle del Jordán. Desde 1967, las autoridades israelíes niegan a los palestinos el acceso al río Jordán a lo largo de todo su curso a través de Cisjordania. El nivel del agua en el Mar Muerto ha descendido drásticamente en los últimos 50 años debido a la desviación del río Jordán aguas arriba por Israel y por Jordania y Siria. El Mar Muerto está ahora a unos 500 metros del centro turístico cuando antes lo rodeaba. © Amnistía Internacional

El derecho al agua

Los Estados, como parte de sus obligaciones inmediatas, deben dar prioridad al acceso de todas las personas a la cantidad mínima esencial de agua suficiente y no contaminada para uso personal y doméstico, con el fin de prevenir enfermedades.
Amnistía Internacional

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