La desgarradora historia de Park Ji-hyun, que nació en Corea del Norte, se recoge en el documental "La Otra Entrevista", cuyo vídeo compartimos y cuya historia os contamos.
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Cuando volvía a casa por la noche, el cuenco de arroz estaba en el mismo sitio, intacto. Le preguntaba a mi padre por qué no lo había comido y me decía: '¿Cómo puedo comer cuando tú estás temblando de frío?'
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Lo dejé en aquella habitación fría. Le dejé un cuenco de arroz y una muda de ropa. Así abandoné Corea del Norte".
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Finalmente fui vendida por 5.000 yuanes, que son unos 700 euros. Cuando te venden, la persona que te compra te dice: 'He pagado por ti, así que ahora debes hacer todo lo que te diga. Si me desobedeces en lo más mínimo, puedo denunciarte. Incluso si te mato nadie va a decir nada y nadie sabrá lo que te ha pasado'.“Me di cuenta de que estaba embarazada. Me sentí indefensa y completamente sola. En el pueblo había un puesto de guardia en una montaña. La persona responsable del puesto me dijo que podía quedarme allí [mientras durara el embarazo] si así lo deseaba. Después de estar sufriendo en esa habitación durante 11 horas, di a luz a mi hijo. Nadie vino a ver cómo estábamos”.
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En julio, cuando recogíamos la cosecha de las patatas, nos comíamos las patatas más pequeñas crudas con tierra allí mismo. De verdad, no hay palabras para describir lo duro que era aquello. Podría decirse que toda Corea del Norte es una gran cárcel. Todo el mundo tenía hambre. Ni siquiera quedaban ratas, serpientes o plantas silvestres para que la gente las pudiera comer".
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“Cuando volví a verlo, no daba crédito. Tenía el cuello cubierto de polvo negro y la piel llena de escamas. Me quedé sorprendida. Le pregunté qué pasaba. Cuando llegaba el otoño, le decían que si quería comer tenía que salir y recoger granos de arroz. Tenía que cogerlos del suelo. Me dijo que sus comidas consistían en arroz y salsa de soja, nada más.Quedarnos en China no era seguro para nosotros, así que dispuse nuestra marcha a Mongolia. Éramos un grupo de nueve personas que nos dirigíamos a Mongolia y teníamos que cruzar la frontera a pie.Todo el mundo atravesó las vallas excepto mi hijo y yo. Me pareció ver vehículos de la policía china dirigirse hacia donde estábamos. Si me capturaban de nuevo, me devolverían a Corea del Norte y volvería a perder a mi hijo. Pude ver a una persona en la distancia que corría hacia nosotros. Creí que era un agente de policía chino y que todo se había acabado. Agarró a mi hijo y se lo subió a los hombros, me cogió de la mano y empezamos a correr. Cortó los cables para que pudiéramos pasar y así es cómo finalmente conseguimos entrar en Mongolia. Sólo una vez que habíamos alcanzado Mongolia, me di cuenta de que el extraño que nos había salvado la vida era el mismo hombre que antes nos había comprado comida”. Ji-hyun se enamoró del hombre que los salvó a ella y a su hijo en la frontera con Mongolia. Actualmente, la pareja vive en Manchester, Reino Unido, con sus tres hijos.