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Fernando Alonso en acción durante el Gran Premio de México.

Fernando Alonso en acción durante el Gran Premio de México. © REUTERS/Henry Romero

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El “plan” de Arabia Saudí detrás del Gran Premio de Fórmula 1

Por Carlos de las Heras (@carlisevic), responsable de deporte y derechos humanos en Amnistía Internacional,

La Fórmula 1 iluminó el pasado fin de semana las noches del circuito urbano en el que se convirtieron las calles de Yeda, en Arabia Saudí. Un país que en los últimos años ha organizado grandes eventos deportivos como la Supercopa Española de fútbol, el rally Dakar o el Saudi International de golf, entre otros. Ahora le llegó el turno al automovilismo. Durante tres días, vimos cómo los coches alcanzaron los 300 km/h por las calles de Yeda, cómo Lewis Hamilton y Max Verstappen se jugaron el campeonato y fuimos testigos de cómo las celebrities se apostaban en el paddock para aportar lujo al evento.

Todo este espectáculo forma parte de un plan, como diría Fernando Alonso. Pero este plan es muy diferente al del campeón español; el plan tiene un nombre, Visión 2030, y no es más que la campaña de las autoridades saudíes, encabezadas por el Príncipe heredero, Mohamed bin Salman, para que el país saudí sea menos dependiente del petróleo (que un día se agotará) y diversifique su economía. Este plan incluye la celebración de grandes eventos deportivos y culturales, como conciertos de BTS, Justin Bieber o David Guetta.

Una mujer camina por la pista antes de la carrera en el Gran Premio de Qatar

Una mujer camina por la pista antes del comienzo de la carrera de Fórmula 1. © REUTERS/Hamad I Mohammed

Pero este plan, reluciente y brillante hacia fuera, es opaco y oscuro hacia dentro. Este plan no es más que una estrategia de blanqueo deportivo. En los últimos años, las autoridades saudíes han invertido mucho en campañas de relaciones públicas para cambiar su imagen e intentar desviar la atención de su brutal represión contra activistas y defensores de los derechos humanos. Y qué mejor escaparate para las relaciones públicas que la Fórmula 1 y todo el glamour que lleva consigo.


Sin embargo, la realidad es bastante diferente… Tan pronto como se desvaneció la atención por la celebración de la Cumbre del G20, las autoridades reanudaron su despiadada persecución a quienes se atreven a expresar sus opiniones libremente o criticar al gobierno, dejando todas las ilusiones de reforma en una página más del “plan”. Todo lo contrario, en lugar de mostrar cualquier avance en materia de derechos humanos, el Tribunal Penal Especializado —tristemente famoso tribunal antiterrorista del país— reanudó los juicios, con la consecuente imposición de penas de prisión en juicios manifiestamente injustos. En al menos tres casos, personas que ya habían cumplido largas penas de prisión por su activismo pacífico fueron arrestadas y condenadas otra vez en nuevas causas o vieron aumentadas sus condenas. Incluso en uno de los casos, Abdulrahman al-Sadhan, trabajador de la Media Luna Roja fue condenado a 20 años de prisión por un simple tuit en el que criticaba las políticas económicas. Mohammad al Rabiah, que había sido detenido en mayo de 2018 por su apoyo a la campaña a favor del derecho de las mujeres a conducir en Arabia Saudí, fue condenado en abril de 2021 por el Tribunal a seis años de prisión, más otros seis sin poder viajar. Los cargos contra él incluían: “tratar de perturbar la cohesión social y de debilitar la unidad nacional” y “escribir y publicar un libro con opiniones sospechosas”.

No solo los defensores de derechos humanos están perseguidos en Arabia Saudí. Especialmente preocupante es el caso de las mujeres que se atreven a desafiar el sistema de tutela masculina, ese “código” según el cual las mujeres no pueden tomar decisiones por su cuenta, sino que un familiar varón es quien decide en su representación. En 2018, varias activistas dieron un paso adelante, salieron a la calle a defender sus derechos. Esas activistas, como por ejemplo Loujain al-Hahtloul, acabaron en la cárcel precisamente por hacer lo mismo que harán los pilotos este fin de semana: conducir. Lograron su propósito; en junio del mismo año Arabia Saudí levantaba la controvertida prohibición de conducir a las mujeres. No obstante, al mismo tiempo, varias de las mujeres que lucharon por ese derecho, no podían ejercerlo; estaban en prisión. Varias, como Samar Badawi o Nassima al-Sada, además de la propia Loujain, han sido liberadas, pero aún se enfrentan a sanciones como, por ejemplo, la prohibición de salir del país o de hablar con medios extranjeros.

Loujain al Hathloul, defensora de derechos humanos

Loujain al-Hahtloul fue encarcelada por defender los derechos de las mujeres en Arabia Saudí. © Private

Mención aparte merece la situación de la pena de muerte en Arabia Saudí. Durante el año 2020, en linea con el “plan”, el número de ejecuciones descendió hasta mínimos históricos. Además, las autoridades anunciaron el final del uso de la pena de muerte contra personas menores de 18 años en el momento de cometerse el delito en casos no relacionados con la ley antiterrorista. En 2021 las ejecuciones han vuelto a aumentar: entre enero y julio de 2021, al menos 40 personas fueron ejecutadas, más de las 27 de todo el año anterior. En junio, Mustafa al Darwish, un joven saudí detenido en 2015 por su presunta participación en unas protestas contra el gobierno, fue ejecutado. Antes, había estado encarcelado en régimen de incomunicación y aislamiento durante seis meses y fue objeto de tortura para obligarlo a “confesar”.

Lewis Hamilton celebra su triunfo en el Gran Premio de Qatar

Lewis Hamilton celebra su triunfo en el Gran Premio de Qatar. © REUTERS/Thaier Al-Sudani

Contra esta situación, son varios los pilotos que han alzado su voz. Hace dos semanas, Lewis Hamilton lució durante la carrera de Qatar un casco decorado con el arcoiris, símbolo de la lucha del colectivo LGBTI, que sufre discriminación en el país qatarí y al que el presidente del Comité Organizador de la Copa del Mundo 2022 ha recomendado “no mostrar su afecto en público” durante el campeonato. Sobre su participación en la carrera de Arabia Saudí, ha dicho que no se siente cómodo corriendo en este país, que hay muchos cambios que deben hacerse y que la Fórmula 1 debería hacer algo por ello. Por otra parte, Sebastian Vettel organizó el jueves una carrera de kárting en la que participaron 8 mujeres, con las que el cuatro veces campeón del mundo compartió volante y testimonios. Además, lució unas zapatillas con el emblema arcoiris en la rueda de prensa previa al Gran Premio, algo que ya había hecho antes, en la Hungría de Viktor Orban, en el circuito de Hungaroring.

Gestos como los de Hamilton o Vettel son más que bienvenidos. Pero no son suficientes. Este fin de semana los medios de comunicación nos hablarán de la espectacularidad del circuito, de la carrera nocturna a orillas del Mar Rojo mientras se pone el sol, de lo competida que está la lucha por el campeonato, del resultado de los pilotos españoles, etc. Sin embargo, cuando el ganador vea la bandera a cuadros, cuando los fuegos artificiales iluminen el circuito y cuando los focos se apaguen, todo volverá a la normalidad del “plan”. Es decir, a la oscuridad y la represión.

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