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Clare Hollingworth, reportera de guerra
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Clare Hollingworth, la reportera que anunció la Segunda Guerra Mundial y la barbarie nazi

Por Manu Mediavilla (@ManuMediavilla), colaborador de Amnistía Internacional,

La figura de Clare Hollingworth (1911-2017), una auténtica leyenda del periodismo por su exclusiva sobre el comienzo de la Segunda Guerra Mundial, va mucho más allá de ese gran éxito informativo a sus 27 años. Como subrayó su biógrafo Patrick Garrett, “eso ha eclipsado una historia humana más importante", la de su decisiva contribución al rescate de miles de personas refugiadas en Polonia que huían del nazismo, para quienes consiguió visados para su acogida en el Reino Unido.

Eso le hizo ganarse entre la prensa británica el apodo de "Pimpinela Escarlata", en recuerdo del protagonista de la novela que se dedicó a salvar a muchas personas que fueron condenadas a la guillotina durante la Revolución francesa.

En realidad, Hollingworth fue doblemente inspiradora en materia de derechos humanos. Antes de convertirse en reportera, por su compromiso solidario con las personas perseguidas por el régimen nazi. Y ya como periodista, por su defensa de la libertad de prensa en los peores escenarios bélicos y por su ejemplo igualitario para las mujeres corresponsales de guerra.

Rapartidor de periódicos durante la Segunda Guerra Mundial

Clare Hollingworth participó en el rescate de miles de personas refugiadas

La contribución de Hollingworth al rescate de personas checas que intentaban escapar de las fuerzas de Hitler (tramitó visados británicos para unos 3.000 refugiados entre marzo y julio de 1939) empezó a gestarse en su primer trabajo como secretaria en el condado de Worcester de la Unión de la Liga de Naciones (LNU). Esta organización había sido creada para promover la justicia internacional, la seguridad colectiva y una paz permanente entre países basada en los ideales de la Liga o Sociedad de las Naciones, y llegó a convertirse en la más grande e influyente del movimiento pacifista británico.

Clare Hollingworth se casó en 1936 con el escritor y compañero de la LNU Vandeleur Robinson, pero dos años después se trasladó a Polonia para distribuir ayuda a las personas refugiadas checas llegadas de los Sudetes tras huir de ese territorio ocupado por los nazis. El Comité Británico para los Refugiados de Checoslovaquia (BCRC) la envió a Katowice, donde se encargó de conseguir comida, vivienda y visados británicos a numerosas personas judías, sindicalistas, comunistas y otras minorías perseguidas.

Una de esas personas a las que salvó fue Margo Drotar, que apenas tenía cuatro años cuando fue arrestada junto a su madre en Polonia en 1939 mientras su familia de comunistas húngaros huía del avance de Hitler. Tras cinco días de cárcel y hambre que hicieron temer a su progenitora por la vida de Margo, su madre la acercó a los barrotes de la celda y le pidió que llorara. El llanto infantil atrajo la atención de una mujer que pasaba por allí, quien se puso en contacto con la resistencia en la cárcel de Katowice. Esta iniciativa propició el traslado clandestino de la familia de la pequeña a un apartamento y, de aquí, al barco que los llevó a Londres dos días antes de que estallara la Segunda Guerra Mundial. Su foto apareció incluso en la portada del periódico ‘The People’ con el titular: "¿Por qué estamos luchando?".

Margo Drotar le envió un videomensaje a Clare Hollingworth cuando cumplió 105 años: "Feliz cumpleaños, querida Clare. Vive cien años de nuevo. Pensaré en ti hasta el final de mi vida. Muchas gracias por lo que me diste, y por todas esas otras personas".

La gran exclusiva: la invasión nazi de Polonia

Apenas llevaba una semana como reportera del ‘Telegraph’ cuando la enviaron a Polonia para aprovechar sus conocimientos del país y poder contar sobre el terreno las tensiones del momento.

Noticia del periódico: "1000 tanques se cooncentran en la frontera polaca"

Clare vio frente a la frontera polaca una gran formación de tropas alemanas con tanques, vehículos blindados y artillería. En cuanto llegó a su hotel comunicó la información al corresponsal del ‘Telegraph’ en Varsovia, Hugh Carleton Green. El título de portada del 29 de agosto de 1939 fue: “1.000 tanques reunidos en la frontera polaca. 10 divisiones listas para dar un golpe rápido”. Aunque la noticia no llevaba firma, Hollingworth había dado la exclusiva de una de las historias más importantes del siglo XX apenas una semana después de convertirse en periodista a tiempo completo. El cónsul general no creyó su historia, en principio su historia, aunque luego, mientras ella telefoneaba al ‘Telegraph’, él mismo envió un mensaje secreto al Ministerio de Relaciones Exteriores para ponerle al corriente.

Tres días después, el 1 de septiembre de 1939, la periodista vio a los tanques alemanes entrar en Polonia, pero volvió a encontrarse con una reacción de escepticismo cuando llamó al secretario de la embajada británica en Varsovia, Robin Hankey, para contarle que había empezado la guerra. El diplomático no quería creerla porque, dijo, las negociaciones británico-alemanas todavía continuaban, pero Hollingworth se lo demostró de inmediato: “Saqué el auricular del teléfono por la ventana para que pudiera escuchar la invasión" y el sonido de los tanques entrando en la ciudad. Era la primera noticia de las verdaderas intenciones de Hitler en Europa.

Clare Hollingworth con dos militares

Referencia para las corresponsales de guerra del mundo

Clare Hollingworth acabó convirtiéndose en una referencia para el reporterismo de guerra, un ámbito casi reservado entonces a los hombres. Por eso, siendo una inspiración para todo ese colectivo, lo fue aún más para el creciente grupo de mujeres corresponsales, que pudieron comprobar cómo desafiaba al extendido machismo militar.

En 1941 fue enviada a Egipto, donde trabajó junto a otros corresponsales de guerra, pero en desigualdad de condiciones: por el simple hecho de ser mujer, se le negó la acreditación formal que necesitaba para viajar abiertamente a cualquiera de las áreas avanzadas. Sin ocultar su indignación por tal discriminación –”para mí la noticia estaba en el desierto con las tropas británicas"–, no sólo se las arregló para asistir a conferencias de prensa y reuniones informativas oficiales, sino que también se embarcó en más viajes, durante más tiempo y en condiciones más peligrosas que cualquier otra reportera, con frecuencia detrás de las líneas enemigas.

Demasiado para el general Bernard Montgomery, que se oponía con rotundidad a la presencia de mujeres corresponsales en la línea del frente y que, cuando capturó Trípoli en 1943, ordenó a Hollingworth que regresara a El Cairo. Lejos de obedecer esa decisión arbitraria, la reportera optó por unirse a las operaciones militares estadounidenses –las contaría en el ‘Chicago Daily News’– dirigidas desde su cuartel de mando en Argel por el general Dwight D. Eisenhower.

Pasaporte de Clare Hollingworth

Una de las periodistas más inspiradoras

De 1963 a 1967 trabajó para "The Economist", "The Observer", "Telegraph" y, además, fue la primera mujer en ocupar la corresponsalía de defensa de ‘The Guardian’. Un ámbito que conocía ampliamente tras haberse familiarizado con el hardware militar durante años, aprendido a pilotar aviones en los 40 y realizado saltos en paracaídas. El nuevo cometido la hizo recorrer medio mundo para informar sobre los desarrollos en la defensa occidental y las propuestas de la OTAN.

En 1973, se instaló en Beijing como primera corresponsal del ‘Daily Telegraph’ en China. En esa etapa de grandes cambios fue testigo de la llamada ‘revolución cultural’ y conoció al primer ministro Zhou Enlai y a otros miembros del politburó, incluida la esposa de Mao Zedong, Jiang Qing. Dejaría la corresponsalía al cumplir 70 años en 1981 para retirarse a Hong Kong, aunque sin desligarse del mundo periodístico. Como ella misma decía, “trabajo todo el tiempo. Durante el día estoy informando, y por las noches y fines de semana escribo libros. Tengo muy poca vida privada. En realidad, estoy más interesada en mi trabajo que en mi vida privada”.

El Club de Corresponsales de Hong Kong

Su retiro de Hong Kong no apagó la llama de su pasión periodística, que mantuvo viva como visitante diaria del Club de Corresponsales Extranjeros, donde tenía su propia mesa y era admirada por sus colegas.

Prueba de ese espíritu informativo era su costumbre de tener su pasaporte, su cepillo de dientes y su máquina de escribir preparados para acudir a cualquier noticia de última hora. Incluso, con 79 años cumplidos, albergó la esperanza de ser invitada a cubrir la primera guerra del Golfo, y pasó cinco noches durmiendo en el suelo, un hábito que había adquirido –decía– para no “ablandarme con comodidades que no tendría en los sitios donde solía ir a informar”. Finalmente sería uno de los pocos conflictos del siglo XX que se perdió.

Clare Hollingworth junto con Tim Page en Saigon, 1968

Clare Hollingworth junto con Tim Page en Saigon, 1968. © François Sully vía manhai

Reconocimientos a su labor periodística

Clare Hollingworth, que dedicó su vida en cuerpo y alma al periodismo en escenarios bélicos, confesaba sentirse a gusto en medio del peligro porque la emoción del trabajo relativiza cualquier miedo: “Debo admitirlo. Me gusta estar en la guerra. No sé por qué, porque no soy valiente”, declaró tras su retirada. Y cuando a sus 100 años le preguntaron que adónde le gustaría cubrir una noticia, contestó que “miraría los periódicos y diría: ¿Cuál es el lugar más peligroso en este momento? Ahí siempre hay una buena historia”.

En 1962 ganó el premio Hannen Swaffer a la “mujer periodista del año” y el premio What The Papers Say al mejor reportaje de noticias del año por su cobertura de la guerra de Argelia. Y en 1982 fue nombrada Oficial de la Orden del Imperio británico por su trayectoria periodística.

La labor periodística es incómoda. No solo para gobiernos, sino también para grupos que, no teniendo el poder formal, lo tienen de facto. En ocasiones hay un esfuerzo colectivo para asfixiar la información con diferentes grados de intensidad, en algunos casos hasta la muerte, pero la Declaración Universal de los Derechos Humanos reconoce la libertad de expresión como derecho fundamental.

Clare Hollingworth es un icono dentro del mundo del periodismo y de la libertad de prensa. Ella fue testigo de algunos de los acontecimientos más importantes de la historia del siglo XX y luchó siempre por contar la verdad, convirtiéndose en uno de los nombres más importantes del periodismo de guerra.

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