Los Juegos Olímpicos de México de 1968 marcaron un antes y un después en el deporte. Bob Beamon voló hasta los 8.90 metros en salto de longitud y dejó un récord mundial que a día de hoy nadie ha logrado superar en unos Juegos; Dick Fosbury nos enseño una nueva técnica en salto de altura, arqueando su espalda sobre el listón, que cambió para siempre la historia de este deporte; y Mark Spitz anunció lo que, cuatro más años más tarde, en Munich 1972, era capaz de hacer en la piscina.
Pero México 68 no solo nos dejó momentos para la historia del deporte. También fueron los primeros Juegos celebrados en Latinoamérica, los primeros en retransmitirse vía satélite a todo el mundo, los primeros en los que una mujer, Enriqueta Basilio, atleta mexicana, era la encargada de encender el pebetero, y los primeros en los que los derechos humanos eclipsaron a las pruebas deportivas.
Los Juegos Olímpicos llegaron a México en un momento en el que la tensión social era evidente. El Partido Revolucionario Institucional (PRI) controlaba el gobierno, los sindicatos, el ejército y los medios de comunicación. Esto desató grandes protestas en el entorno estudiantil y el 2 de octubre, en pleno centro de la capital, en la plaza de Tlatelolco, también conocida como de las Tres Culturas, donde los enfrentamientos entre el ejército mexicano y estudiantes dejaron cientos de muertos diez días antes de que comenzaran los Juegos.
Tommie Smith, de Estados Unidos, celebra cruza el primero línea de meta y gana la prueba de los 200 metros lisos en los Juegos Olímpicos de México, el 16 de octubre de 1968. Smith estableció un nuevo récord mundial con un tiempo de 19,8. © AP
El gran gesto de los Juegos Olímpicos de México de 1968
Pero seguramente, si por algo son recordados los Juegos de 1968 es por un gesto: el 16 de octubre, en plena ceremonia de entrega de medallas de los 200 metros lisos y al mismo tiempo que sonaba el himno norteamericano, los atletas Tommie Smith y John Carlos inclinaron la cabeza y levantaron el puño en el que llevaban un guante negro. La anécdota, que posiblemente no mucha gente conoce, es que ambos habían pactado llevar dos guantes cada uno, pero uno de los pares se les perdió y su compañero en el podio, el australiano Peter Norman, que lució una pegatina pro Derechos Humanos, les sugirió que uno llevara el derecho y el otro el izquierdo. Y eso hicieron.
Este gesto llenó portadas de periódicos, pasó a la historia del olimpismo y se conocería en todo el mundo como el saludo del Black Power; un gesto de protesta en defensa de los derechos civiles en Estados Unidos. Por aquel entonces, Estados Unidos vivía una época muy convulsa. Unos meses antes Martin Luther King había sido asesinado en Memphis, el país veía como la guerra de Vietnam se llevaba la vida de miles de personas y las protestas eran cada vez mayores.
La imagen de los atletas en el podio reclamando derechos no gustó al Comité Olímpico Internacional. El entonces presidente, Avery Brundage, declarado admirador del nazismo y profundamente racista, dijo que ese gesto era “una violación deliberada y violenta de los principios fundamentales del espíritu olímpico” y obligó al Comité a expulsar a Tommie Smith y John Carlos de la Villa Olímpica. Años antes, como presidente del Comité Olímpico Estadounidense, no vio con malos ojos cómo las autoridades nazis saludaban con el brazo en alto a los deportistas en los Juegos de Berlín, en 1936.
Los medallistas olímpicos estadounidenses Tommie Smith, a la izquierda, y John Carlos, a la derecha, levantan el puño en el edificio del Comité Olímpico en México. Smith y Carlos, que ganaron el oro y el bronce respectivamente en la carrera de 200 metros en los Juegos Olímpicos, inclinaron la cabeza y levantaron un puño enguantado en el podio de los ganadores mientras sonaba el himno nacional de Estados Unidos, para protestar contra la discriminación racial de ese país. Ambos fueron homenajeados en México con motivo del aniversario de su famoso saludo. © AP Photo/Marco Ugarte
Tommie Smith y el black power
Tommie Smith nació en 1944 en Clarksville, Texas. Era hijo de granjeros y trabajó junto a sus hermanos cultivando la tierra de una familia de raza blanca. Eran aún los años del segregacionismo en Estados Unidos, pero Tommie se descubrió como un excelente corredor y despertó el interés de sus entrenadores cuando era aún un niño. Batió récords en categorías inferiores y en su época en la Universidad Estatal de San José, California, entró en contacto con el Proyecto Olímpico para los Derechos Humanos y conoció a uno de sus fundadores, el mismo que años después sería su compañero en el podio: John Carlos.
“Nuestro gesto no era sólo el grito de dos negros. Lo hicimos por la humanidad”
John Carlos y su lucha contra el racismo
John Carlos tampoco lo tuvo fácil. Su madre, de Jamaica, y su padre, nacido en Carolina del Sur, emigraron al barrio de Harlem, en Nueva York, donde nació John en 1945. Gran estudiante y deportista, logró una beca para estudiar en la Universidad Estatal de San José. De allí, junto a Smith, a conquistar México.
Tras los Juegos, ambos volvieron a Estados Unidos, donde tuvieron que enfrentarse a la marginación y el estigma público. Fueron perseguidos y amenazados de muerte. Incluso la esposa de John Carlos se llegó a suicidar por las presiones sufridas. Sus carreras deportivas se fueron apagando lentamente y, curiosamente, ambos acabaron jugando al fútbol americano porque el mundo del atletismo les dio la espalda.
“Si gano soy estadounidense, no un negro estadounidense. Pero si hago algo malo entonces ellos dirían 'negro'. Somos negros y estamos orgullosos de serlo”
La Universidad de San José, donde estudiaron Tommie Smith y John Carlos, levantó una estatua conmemorativa del podio de México. © Kirby Lee via AP
Reconocimiento a un gesto histórico en México 1968
Con el paso de los años, tanto Tommie Smith como John Carlos empezaron a recibir el reconocimiento que merecían. Los movimientos sociales ganaron peso en la sociedad y poco a poco sus nombres dejaron de estar manchados para convertirse en leyendas. Recibieron homenajes por todo el mundo, la Universidad de San José, donde estudiaron, levantó una estatua conmemorativa del podio de México y fueron reconocidos como héroes.
Actualmente, Tommie Smith viaja por todo el mundo hablando de su experiencia y defendiendo la igualdad y los derechos humanos. Por su parte, John Carlos trabaja como entrenador de atletismo.
Aquel gesto en el podio del estadio Olímpico Universitario de la ciudad de México les costó la expulsión de la Villa Olímpica y años de marginación. Su acompañante en el podio, Peter Norman, fue amonestado por las autoridades australianas, que no le permitieron participar en los siguientes Juegos, en Munich 1972 a pesar de lograr clasificarse.
El 16 de octubre se cumple el aniversario de aquel gesto. Después han llegado más, pero tanto Tommie Smith como John Carlos abrieron la puerta y demostraron al mundo cómo el deporte no es ajeno a los derechos humanos.